13 mar 2017

Ignorado

Derretí mis dedos en el teclado
para que simularan hoy palabras
forcé, al punto de las lágrimas
el desahogo de versos bellos
para no dar un te desheredo
Demoré más de dos horas
y uno que otro sorbeteo
bebí té, amapola y amarguras
para esperar un qué bello Leo
Dormirme extrañado
esperando volver a ser encontrado,
el reconocimiento, claro,
del que tantas veces hemos hablado
ese no de egos
sino de alteridad
de ver allí
lo que otras veces no vemos
aunque fuera de nuevo
un solapado te quiero.

Pero nunca llegó
nunca importó
ya no vale
quizá nunca valió
espero sí haya valido
¿esperar?
es lo que hoy no quiero
o quizá
sencillamente
no puedo.

Qué importan las diferentes formas
había valor
y tú, otra vez
lo dejaste al azar
ignoradas
palabras
ignorado
yo
ignorante
el destino
eso, ahora sí,
lo elijo yo.

12 mar 2017

(Te) Extraño



Te extraño
tanto
que no logro comprender
si estás allá, solo,
o acompañado de mí,
pero conmigo acá.

Miro tornado mi cuerpo
yace exhausto
te echa de menos
tanto, tanto
como cuando está cansado
de gastarse en tus labios,
y que luego llora
por carecer de esos besos:
te has ido, sin mí, lejos,
dejándome un no-sé-qué-es-este-sentimiento
sólo sé que no es ni frío ni fuego,
y que quiero parirlo
para que esté de nuevo aquí adentro.

Me levanto cual espadachín en el suelo,
qué venga el arrebato,
para no dejarme vencer por tu incierto:
Tengo ganas de desafiarte,
de mirarte celoso y decirte que prefería
cuando, indiferente
nos negábamos hasta el abrazo;
cuando, reprimido de cariño,
socorríamos todas nuestras necesidades;
cuando el deseo obligaba a esos andares
sobre los cuales
no nos arrepentiríamos.

Deseo ese masoquismo casi religioso
de alabar a quien nos crea, enseña y castiga,
porque este delirio
comenzó como un tatuaje de cruz en mi hombro:
cada día de ausencia,
es mi cuerpo con menos trozos;
y yo, lejano pero nunca ajeno,
entusiasmado me pregunto
si el dibujo que grafica nuestra distancia
terminará en un acorazonado nosotros,
en mi gesto macilento,
o en tu llanto de cal y canto espeso;
o quizás en mis margaritas de por fin me decido
o, tal vez,
con otro rostro
que te recuerde
que nunca fui bien debido.

Pero como la tortura correspondida,
tiene tanto de crónico como de placentero:
puedo, pertinaz y extraño
volver a levantar las banderas de un te quiero
porque miro esos ojos
y siento correr tus fluidos por mi cuerpo,
porque recorro con mi sien tu cara,
y siento aguijones que erizan mis miembros,
porque cuando estás tan lejos,
sobre mis piernas te siento,
porque si la gramática tarda,
inventaremos una nueva expresión para un te quiero:
te prometo que el te amo no bastará

y el te adoro se nos hará pasajero.