29 mar 2015

Enajenación


Hoy me sucedió algo que me hizo dar una que otra vuelta a muchas cosas...
En el supermercado hay cierta gente que tiene prohibida la entrada. ¿Por qué? Porque van siempre y han, en aquellas ocasiones, armado peleas, robado cosas o siempre van en estado de ebriedad.
Bueno, dos de aquellos tipos -categorizados como 'flaites'- algo curados, se pusieron a discutir por ello con los guardias: les habían prohibido el ingreso. Con ello, uno comenzó a ofender al guardia, nuestro compañero de trabajo. Le dijo "si tuvieras cuarto medio sabrías que este es un lugar público, no pueden no permitirme ingresar".
Yo empacaba muy cerca. Siguió ofendiéndolo de aquella forma, es decir, desde su posición de explotado a otro explotado. Lo buscaba humillar porque, para él, ser guardia era tener poca educación. Lo buscaba humillar sólo porque no le permitían ir a comprar un sixpack de cervezas.
El guardia tiene una numerosa familia, donde él es un sustento importante. Trabaja el doble de jornada, por su madre y sus hermanas. Él está al último. Siempre lo veo cansado, de ahí le "meto conversa", hablamos, tiramos la talla, me responde "así no más es el asunto, hay que trabajar". Y él, el mismo, aguantó impertérrito cada una de las palabras expresadas.
Yo no pude. Me di vuelta, dejé la caja, y les dije, con rabia, que pararan, y que por cierto quien decía lo del sector público estaba siendo, aparte, un soberbio porque estaba equivocado en lo que argumentaba. No me gusta que discriminen a la gente, no le prohibiría a nadie el ingreso. Pero aquél, enajenado por el sistema -claro está- humillaba a otro... ¿por qué? ¿por una cerveza que no le dejaban comprar? ¿tanto valía para él aquello al punto de desembocar su frustración con un tercero que jamás lo provocó? ¿O más bien no se mide ni matices verbales ni la clase cuando se trata de sacar el odio que el mismo sistema te inculcó?
El tipo del lado del que se burlaba de mi compañero, con un gesto que no puedo olvidar, crispó los dedos y me dijo "anda a empacar". Me ordenaba mi función, también inferior. El que proliferaba soberbio error, me dijo muerto de hambre. Se enojaron tanto con mi interrupción, que me amenazaron y me dijeron que me "esperarían afuera".
Otro guardia les compró su cerveza para que se fueran. Mi compañero guardia me pidió calma, "Leo cálmate", y se puso entremedio para que no me siguiera involucrando. Logré conservarla sólo por él, mientras todo el mundo miraba la situación. La triste situación.
Se fueron. Seguí empacando no sin antes aguantar sus insultos. Aún tiritaba de rabia, y claro, algo también de miedo. Me sentí tremendamente violentado. Pasado todo, para coronar la situación, las siguientes personas que continuaron por la caja sólo atinaron a decirme frases que oscilaban entre "por qué existen esos flaites", "deberían encarcelarlos a todos", "ten cuidado afuera, no te vayan a hacer algo". Fue aún más perturbante, ¿cómo no entender por qué actúan así, y cómo poder congeniarlo con la rabia del momento?
Hay claridad en lo que pienso y siento, no dudo de mi posición política con esto, sólo lo reafirma. Pero qué crudo es sentirse humillado por quienes la mayoría rechaza, mas yo -como otros- buscamos no sólo entender, sino también defender de un mundo que los culpa por ser lo más relegado de un sistema segregador, injusto y cruel.
En fin, como muchas otras veces he dicho, queda mucho aún por hacer. Y algún día, que no quepa duda, cambiaremos todo esto. Por ellos, por el guardia, por todos y todas.

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