31 oct 2010

Hola, adiós.

Siempre me ha costado decir adiós. Quizá el letargo de la lejanía, de la soledad, de la sensación pérdida... en fin, esas mismas palabras que continuamente me ha costado asumir desde diversas aristas de la vida. Creo, dentro de este impulso, que lo mejor en estos momentos es justamente dar punto final, punto final a un no-sé-qué, a una sensación absurda, a quizá haber creído más de lo que la realidad (esa que tanto me gusta ignorar) me limitaba a pensar.

Y es que -parece ser- poder decir adiós efectivamente es crecer. Y hoy quizá sea el adiós al daño sin quererlo hacer, adiós a ese ideal que desde la retórica vacía (sin el entusiasmo característico, sin la efusividad de querer a los demás) no logrará avanzar, adiós a mentirme y pensar que podría avanzar, adiós (y el peor adiós) a esa idea que nunca logró extrapolarse a quien debía escuchar. Miedo, sí, probablemente fue miedo. Pero es, a estas alturas, casi inevitable. ¿Casi? El resguardo de la esperanza, probablemente. O la idea de dar consejos sensatos, pero que desde la propia virtud jamás podría realizar. ¿Importa? De haber importado, otro sería el contexto, otra sería la idea de felicidad.



No es soberbia, es amor.
Poder decir adiós es crecer.

11 oct 2010

La vacía pena

Me preguntaba qué pasaría si ya no estuviera allí. No, no es de egolatría, creo siempre estar más en el nosotros que en el yo pese a ciertas caídas; no, no es de inseguridad, creo haber superado aunque sea en una base mínima la dualidad entre el creer y el lograr. A veces es bueno parar y dedicarse a pensar, a disfrutar lo pequeño e imperceptible (a riesgo de que suene redundante en mí en tanto lo he dicho y escrito mucho), pues en verdad cobra todo sentido el hacerlo cuando en verdad te encuentras y nos encuentras en ello. El problema es hasta qué punto uno puede abstraerse de la máquina que nos rodea, parar los engranajes, escapar de las correas aboliendo las apariencias y hacer que todo esto que nos parece tan frívolo adquiera aunque sea un tenue color, una pequeña esperanza, una idealizada verdad.

Anoche leí, una vez más rehuyendo de aquello que no quiero hacer, dos notas pasadas, una desde hace más de un año ("La extraña sensación de no pertenecer a este mundo":http://www.facebook.com/note.php?note_id=110119555196) y otra un tanto más reciente ("Lo que las mil teorías no pueden solucionar":http://www.facebook.com/note.php?note_id=388861620196). Siento que resumen, en buena parte, una mezcla de sentimientos y reflexiones. Tristeza al sentir que quizá la primera representa, muy a mi pesar, situaciones que no han cambiado, gestándose nuevamente esas ganas de huir de la facultad. Felicidad, una vez más, al seguir creyendo y creando bajo las convicciones que enarbolan la reflexión que le da sentido a la segunda. No vale la pena entonces repetir lo que expresan, sí cuestionarme hasta qué punto me he engañado, hasta qué punto he querido, hasta qué punto todo sigue siendo plenamente injusto. Desde lo interno, donde tengo mucho que conciliar, a lo externo, donde devolver tanta odiosidad con sonrisas a ratos -sí, a ratos- cansa. Quizá la rutina cambie a esos retóricos días donde prefería la mañana en parques que en esas aulas. Quizá el ímpetu y las energías deban entregarse a otras causas, a otros motivos, a otras banderas. Sigue el mismo conflicto, siguen las mismas líneas que creí estaban, aunque fuese un poco, más claras.

Algunos me preguntaron, tras determinadas situaciones, qué me pasaba. Lo pensé, y no viene de días o semanas, viene ya de un buen tiempo. Buen tiempo donde quizá el cabro chico característico se fue apagando, se fue consumiendo, se fue callando. Tiempo donde perdí confianza, donde perdí mi voz, donde perdí anhelos. Y hoy me siento desnudo pesé a que aprendí que llorar hasta por el más pequeño sufrimiento no está mal, que no sobrevive el más fuerte, sino aquellos sensatos que saben reconocer, que saben perdonar, que saben que la humildad y que el perder no es sinónimo de propia deslealtad. ¿Y qué debo entonces hacer ahora? Honestamente, no me agrada sentirme tan frágil, menos cuando a ratos no tengo dónde caer. Honestamente, quisiera volver a reír de nuevo, a creer como antes, a ser lo que quizá hoy me cuesta encontrar. Honestamente, no sé qué tanto importo, qué tanto valgo, qué tanto puedo o no ser.

En fin, me pregunté, hace unos minutos, qué pasaría si ya no estuviera ahí. Quizá nunca hubo algo ahí, quizá aún no soy capaz de verlo. Quizá el tiempo pase y nadie sienta lo más mínimo, quizá sólo lo sientan quienes se alegren de sentirlo. Quizá sólo hay demasiados quizás, y 'demasiada-poca' claridad. Efectivamente debo haber fallado en muchas cosas, en buena parte es y será mi culpa, pero la frustración de querer hacer maleable tantas otras y a la vez no poder cambiarlas me aterra e inmoviliza más de lo que quisiese. No soy nadie para definir una verdad, pero sí para valorar la que creo correcta, por la que finalmente lucharé, por la que finalmente gastaré éste y otro minuto de mi vida. Pero efectivamente también quisiera dar un paso al costado... también quisiera otro tipo de estabilidad, también quisiera poder abolir todos esos costos que ha implicado llevar la vida que llevo para así poder disfrutar más a quienes quiero, conocer y generar verdaderos lazos, reencontrarme con lo que creía perdido y encontrar lo que aún siento y sufro porque no está (y me parece, en verdad, íncreíble lo sincero que estoy siendo dentro de lo mucho que me falta por decir y que definitivamente no diré, dentro de lo críptico y confuso que pueda sentirse) Todo, claro, con una cuota de cinismo importante, porque el Leo externo, escuchando o leyendo lo mismo, intentaría dar las fuerzas para seguir, para que vieras que no estás solo o sola, para demostrarte que hay otros corazones dispuestos a creer, confiar y soñar, para ofrecerte un poco de mí con plena disposición. Y es que en buena parte poco y nada he aplicado de lo que soy capaz de dar o demostrar, parece que para mí ello deja de tener sentido, encontrándolo, por supuesto, todo en lo ajeno. Por cierto, en verdad me duele no estar ahí en todo momento, en toda instancia, en todo lugar. Ser y a la vez no serlo, que "haya que sacar número", que deba correr para lograr tantas cosas, que aunque termine exhausto al final siempre quede la sensación de un máximo o mínimo vacío. Detesto estar ahí y acá, y al final sólo terminar siendo migajas. Así, a ratos me daña demasiado lo mucho que puedo leer, escuchar o sentir, a ratos quisiera otro contexto, a ratos quisiera otra oportunidad.

Y, ¿qué pasaría entonces si ya no estuviera allí? Todo, probablemente, seguiría igual. Ya pasó una vez, ya me desilusioné al borde de no querer continuar una segunda, ya en una tercera estaba convencido de que no quedaba más camino que sobreponerse y continuar. A la cuarta dudé de si habían otras salidas, en la quinta me mentí, en la sexta volví a creer, en la séptima todo tuvo un nuevo sabor, en la octava reí más que nunca, en la novena nuevamente nada era lo que parecía ser, en la décima me creí nuevamente acostumbrado al padecer. Y hoy, en una nueva instancia, no sé qué tan dispuesto esté a morir y volver, continuamente, a surgir. Parece que hoy hay más vacío, hoy hay más de existencialismo y menos del Leo que creí había aprendido a conocer, hoy hay más de querer ceder que de querer continuar... quizá hoy nadie estará allí, quizá hoy nadie entienda qué dice este impreciso escrito, quizá nadie entienda el porqué de esta falta de coraje, quizá hoy nadie note que en verdad no estoy.

Anoche, en esos retrocesos a mi infancia que disfruto tener, tomé mis legos y armé un mundo ideal. En él el mundo dolía menos. En él todos podían reír sin necesidad de conocer el llanto para poder realmente valorar esos pequeños detalles. En él nadie estaba solo, no había inseguridad, todos podían tomarse las manos sin verguenza, sin temor, sin odiosidad. En él no había envidia ni sufrimiento, sólo cantar, verde, mucho verde y felicidad. Pero tuve, inevitablemente, que desarmarlo para poder guardar cada pieza en su respectivo lugar. Probablemente, en esas tantas veces que lo hice cuando pequeño, muchas de ellas se perdieron y aún no las puedo encontrar, aún no las puedo encontrar.

Quizá, nuevamente quizá, ya nada era lo que antes era. Quizá, definitivamente quizá, otra vida dará sentido a mis dudas, a mis certezas, a mis miedos, a mis fortalezas. Escribir... siempre ayuda escribir.