Compañeros y compañeras graduados
Compañeros
y compañeras de la Escuela Sindical
Profesores,
Familiares, Estudiantes, Amigos y amigas,
Generalmente,
cuando me ha tocado dar palabras en algún estadio en tanto representante del
estudiantado –y lo recalco, sólo representante, es decir, la vehiculización de
una voz, no quien suplanta a-, intento hacer el ejercicio de dar una especie de
“corriente de la consciencia”, procurando que las ideas fluyan de forma
natural, sin edición, sino sólo con estructura.
Así,
entonces, al momento de recibir esta invitación pensé, en primer lugar, bueno,
que no debía ser tan largo, porque la última vez me retaron un tanto por eso…
espero no excederme de nuevo; pero luego, claro, en algo fundamental: loco poco
valorado que ha sido el trabajo de la Escuela Sindical con sus ya cerca de 10
años de historia. Y quizás no sea lo más correspondiente para comenzar estas
palabras, pero sí, como explicaba en un comienzo, lo más sincero: hemos
planteado su situación, hemos escuchado su nombre en diferentes reuniones, y
más allá de que sabemos que en lo efectivo existirán voluntades múltiples de
cooperar, trabajar e impulsar en conjunto, lo cierto es que nada de eso será
capaz de hacer justicia al trabajo que año a año han desempeñado tantos
estudiantes anónimos en esta instancia.
No
creo que sea ni siquiera necesario relatarles a ustedes, obviamente, el
esfuerzo comprometido y sacrificado que representa esta enorme labor. Pero no
puedo obviar, de ninguna forma, la expresión del más profundo reconocimiento no
sólo del estudiantado, sino de toda una comunidad que, y acá el compromiso
alentador del futuro, dentro y fuera de nuestras aulas sabrá de un proyecto que
rindió tremendos frutos para nuestra clase trabajadora, para nuestra sociedad,
para nuestro pueblo. No me cabe la menor duda de que la mayor alegría no estará
en palabras redundantes que podamos mencionar, porque… ¿saben ustedes cuánto
cuesta poder, en esta asfixiante carrera, en una facultad con un sinnúmero de
cosas por corregir, poder ser estudiante, amigo, familiar, muchas veces
militante, y además sostener tal nivel de compromiso con ustedes, con nosotros
y nosotras, con nuestras justas causas? Yo imagino que sí. E imagino que sí
porque ustedes también son padres, madres, hermanos e hijos e hijas. Y viven en
su expresión más absoluta la explotación, y nosotros también en la lucha
sacrificada contra ella: mis compañeros y compañeras son el mejor ejemplo, ese
de sacrificio, entereza, pasión; que más de una vez les debe haber costado más
de un dolor de cabeza… pero bueno, ¿qué es aquello comparado con la sana
alegría de ayudar a forjar aquellas futuras victorias que nos llevarán, a todos
y todas, a terminar con nuestras cadenas? La igualdad y la justicia deben dejar
de ser sólo conceptos. Y ustedes los han encarnado en sus manos, de la forma
más digna, de la forma más llenadora de orgullo a todos los y las estudiantes.
Mis más sinceros reconocimientos, y, por cierto, agradecimientos. Son gigantes, no dejen de saberlo.
Y
bueno, permitiéndome haber dicho lo anterior, y claro, ligado a lo expresado,
viene allí la frustración: la rabia de sentir que aún queda tanto por hacer,
tanto por transformar, tanto de lo que aprender, tanto por lo cual –con
humildad- asumir debemos reforzar y gestar, procurando siempre ser mejores,
procurando siempre la victoria.
Nuestra
carrera tiene una deuda enorme con el campo popular, con el cómo hacer de esta
carrera una orientada al cambio social. Es, en definitiva, el contraste más
crudo de la realidad, cuando nos damos cuenta que hoy gran parte de los
abogados dedican su vida a defender a los poderosos, y a nosotros, los más
humildes, los explotados, los que tenemos que aguantar los abusos en el
colegio, en la universidad, en el trabajo, quedamos de lado. Es la reflexión
que se gesta desde el clamor de una sociedad que requiere cambiar el
individualismo por la cooperación, y frente a ello, sin importar nuestra edad,
raza o sexo, no podemos resultar indiferentes.
Y
allí, retruena un nombre: Nelson Quichiyao López. Con toda y cada una de sus letras.
Honor y gloria. Honor y gloria porque tu muerte, bajo la cruel garra del acero,
no será jamás en vano. Y acá contamos con distintos hombres y mujeres que, al
alero de la constancia y también de la esperanza, habrán de seguir así un
ejemplo de dedicación y lucha.
A
nuestros compañeros y compañeras trabajadores y trabajadoras, a todos ustedes, también
el más profundo agradecimiento. Porque sí, porque ustedes también nos hacen
crecer, porque ustedes también nos dan el ánimo para que esta generación se
decida a seguir luchando. Son un ejemplo para que nosotros, los estudiantes,
jamás nos demos por vencidos, jamás cambiemos, y que dejemos en el olvido
aquella frase molesta que tantos gustan de utilizar, que dicen que las
esperanzas jóvenes son sólo sueños vacuos, que nuestro idealismo no es más que
una etapa. Porque no, no lo es, porque al calor de la movilización hemos
aprendido, porque al calor de las carencias aprendimos lo que era no tener,
porque al calor de la experiencia empírica de la diferencia social aprendimos
que nos quedaba un mundo por transformar. Gracias por enseñarnos, ustedes, todo
eso. Con su ejemplo como padres, madres, hermanos o hermanas, por su ejemplo
como trabajadores y trabajadores.
Por
último, un compromiso y un llamado. El compromiso de que la lucha que relataba
al comenzar estas palabras desde el estudiantado por transformar nuestra
Facultad y país continuará, no descansaremos en ello, seguiremos peleando por
abrir espacios y traspasar las fronteras de lo que se nos impone como lo
posible. Y, por otro lado, el llamado. El llamado modesto, humilde, a que todo
lo que significó el proceso de aprendizaje se replique, se enseñe, continúe,
que puedan transformarse en voceros de lo adquirido, que motivemos a más
trabajadores y trabajadoras a hacerse parte, que no olvidemos que aquí nadie
sobra, que requerimos siempre de más manos y puños en alto para seguir
luchando. Estoy seguro que la única gratitud que se requiere es no callar
frente al abuso de nadie en sus trabajos, de organizarse, de pelear por sus
derechos y de hacer crecer cada una de esas mismas fronteras que nos tratan de
imponer, terminando con un sistema que nos quiere sumisos para mantener su base
de desigualdad.
Muchas
gracias por estar aquí, por haber sido parte de este hermoso proyecto, y
recuerden que siempre encontrarán en
esta facultad un espacio y recibimiento, porque como dijimos hace un tiempo
atrás, y sin duda alguna, esta facultad también les pertenece.
Muchas gracias.