Cuando algo se ahoga
cuando algo perece así
hay una paradoja, difícil, inalcanzable
como son, ¿se supone?, las paradojas:
como tú, quizás,
de vaivén: de ir y venir,
de temor y entrega,
de felicidad y miedo,
de molinos inventados,
de no saberte Sancho o Quijote,
de mezclar príncipes con zorrillos.
Oiga, compañero,
¿no es el agua vida?
es el exceso de aquello,
estar satisfecho de vida
esa línea tan delegada, entre lo justo
y lo necesario
pero si es justo, ¿no es entonces necesario?
¿y qué es lo justo de vivir,
bajo el riesgo, tan inminente,
del ahogo,
de sucumbir,
de dormir bajo un licuado cuerpo?
Ahora hay un grito que yo mismo ahogo,
cuando quiero y no puedo,
cuando puedo y no quiero,
susurro bajo, veloz y complejo
para no entenderme y creer que algo digo
algo gélido; algún témpano, algún médano
de algo que allí murió
de algo que quiero ver muerto
de algo que, siempre guardo,
con la esperanza de volver a tenerlo.