Niños y niñas,
A estas alturas, toda palabra es un tanto redundante. Con muchos de ustedes es una amistad de años, con otros la profundización de ya dos intensos años de universidad, con otros la alegría de sentir tanto en tan poco tiempo. Yo sólo quiero, a través de esta pequeña misiva, recordales que más allá de cuánto nos podramos ver, más allá de cuánto estemos en este vertiginoso mundo que tanto nos apremia, más allá de lo mucho que pude haberles fallado a un u otro por no haber podido estar ahí siempre... los y las quiero, y mucho, mucho. Sé que a ratos soy medio tonto para mis cosas, que me cuesta rendir en todo ámbito cuando termino siendo una subdivisión de muchos Leos, pero no podía dejar pasar este año -tan nocivo para muchos- sin decirles, aunque sea por este medio, lo importantes que son.
Quizá viví este año el quiebre máximo con mi odio a la Universidad, rollo que quizá no les conté mucho, pero no quería hacer de ello una carga para nadie. Muchos días simplemente me arrancaba, llegaba a la U y me daba hasta miedo entrar, me iba a caminar, a leer, a pensarme en un contexto distinto. En verdad, no sé si quiera en términos académicos seguir en ella, probablemente me arrepienta en un tiempo más, probablemente la crisis venga de nuevo, probablemente necesite esas caminatas matutinas eternas, probablemente ni siquiera esté ahí... pero si hay algo que me mantuvo y que me ancló, más allá de lo muy crítico que puedo ser con las y mis relaciones en la U, fue, en definitiva, tenerlos a ustedes, a quienes quiero, a quienes no desearía dejar de ver constantemente. Mi mayor reflexión fue justamente no cuestionarme tanto, y quedarme con lo más sensato y honesto que era el cariño por la gente. Así, muchas gracias por, directamente o indirectamente, haberme dado la estabilidad para continuar donde hoy estamos, estoy.
Para los más viejos, en aquellos momentos idóneos, en aquellos momentos de letargo, en aquellos momentos de simplemente estar, cuánto los quiero, cuánto los necesito, cuánto no quiero alejarlos nunca de mi lado. Muchísimas gracias por escucharme y hacerme espacio dentro de nuestros distintos contextos, pero con una identidad común al fin y al cabo, identidad que hemos construido y seguiremos construyendo.
En fin, esto me quedó muchísimo más largo de lo que quería, lo lamento. No obstante esto, al diablo las sensaciones de pena, quedémonos con la alegría y la esperanza de lo que viene, esas sonrisas que no pueden faltar, esa espíritu infantil que no puede no estar en nosotros. Somos sólo niños jugando a ser adultos, nunca lo olviden. Y, como tales, no nos queda más que con todo el rubor posible no esperar, sino construir un año que será tremendo para ustedes, para mí, para el mundo, para un nosotros.
Abrazos gigantes!
Cariños,
Leo.