3 abr 2012

No volverá jamás la gravedad


No volverá jamás la gravedad
Porque madera e hilo ajustician el sinsentido
El tiempo se acerca a mí como si llevase imanes,
En aquellas tardes que se quebraron
Cuando sus vidrios rasgaron nuestras carnes.

Pasó un tiempo atrás,
Cuando la infancia nos ruborizaba de cortedad
Nuestro cuerpo de extremidades anónimas
Con aquella sonrisa que expele intimidad,
Que, por cierto,
Sólo la encuentro en tus margaritas,
Con esos cuadros encamisados que claman forma,
Los mismos que hoy llevas
Quizá los mismos que, -no te preocupes, es sólo una broma-
Tantas veces me copias,
Y ese cabello y algodón sin colorantes,               
Donde siento que la niñez nos recuerda:
Tenemos maletas que nos esperan siempre abiertas.

Y aprendíamos desde insaciable curiosidad
Por lo mismo quizá no dejo de sentirme niño:
Todo nos parecía tan ajeno pero a la vez tan íntimo,
Sin propiedad alguna,
Con ese calor que no se transa ni se mendiga
En el refugio de la sombra de aquel árbol
Ese Sauce que nunca más lloró.

Existía la noche y el sol
Todo era mucho más sencillo,
Aún no entendía, por cierto,
Que crecíamos bajo las cenizas de un mundo distinto,
Pero escuché hoy que tú arrullabas lo mismo,
¿Acaso también tú quieres ser un niño?

Horas frente al televisor,
Ahora entiendo dónde aprendí a mentirnos,
Por suerte dejé la caja negra hace años
Espero el ataúd piense de mí lo mismo…

Pero, ¿dónde estuvo el río y la llama en los albores de mi crianza?
El árbol conchavino me sabe a sed,
Su ciruelo sólo provoca a mi intestino
Lo recuerdo,
Cuán dulce era comer
Cuando el agrio fruto era lo único prohibido.

Así, me declaro tan culpable como en aquella primera confesión
Donde, usted me disculpará, don Párroco,
Cometí el pecado de estrictamente ignorarlo,
Quizá allí Dios cerró puertas conmigo
Y el diablo abrió irascible ventana
Desde que me vio sobre tu ombligo.

Y entre tanta mezcla de edades y asuntos
Sigues apareciendo como parte de mi ritmo,
No leas,
Que exclamo entredientes:
“Espero nunca dejes de serlo”,
Ni desde ayer,
Cuando extraviamos la simpleza,
Ni hasta hoy,
Cuando la complicidad mata mi infantilismo.

Era nuestra edad donde no se imaginaba:
Excepción era lo real
Y, por cierto, nuestro hostigo;
Como los recortes de papel que sollozaban lamentos
Quizá era yo quien cortaba cada borde
Y con él eliminaba tu solitario quejido,
En esa ausencia de crédito
Pero nunca la falta de abrigo.

Y me repito,
No volverá jamás la gravedad
Porque madera e hilo ajustician el sinsentido
El tiempo se acerca a mí como si llevase imanes,
En aquellas tardes que se quebraron
Cuando sus vidrios rasgaron nuestras carnes.

2 abr 2012

Coróname.


Coróname como el silencio que baña a tus heridas
Como el barco encallado y tú la roca
La polución que habrá de agotar vidas,
Como aquella bandera que arrojas a la ventisca,
Roja, siempre roja,
¡Cómo me arrojas a la ventisca!…

Coróname como el caminante de orilla de mar
Aquel que ha hecho de la soledad su corolario
Aquella que convierte en calma su aguantar
Como aquellos a los que les pesa más el ego
Que cualquier verdad.

Coróname como la canción que miente sobre perenne historia,
Expele para ello los versos que viertes por mí
Y que claro, has repetido a tantos otros
Ellos -de seguro- habrán de hartar hasta el colmo aquí.

Coróname como la risa forzada de tu rostro exhausto
Como la ternura límpida 
Del confundir vivir por mí
Con el tener mi vida para escindir tus sonrisas,
Déjame ser el rey de tu ironía
Para que sepas que has ganado
Y yo me burle de tu inexacta e ingenua,
-La misma de siempre- sabiduría.

Coróname como el banquete que adornará la gala de tu yo decido
Para saciar tus ansias,
Para adormecer con gula la sorna de quienes lo creerán un sinsentido.

Coróname como el erguido cuello que termina en pico
Como el que se alimenta del celoso nado de su presa
Déjame ser la pecera que lo salvará de nuestra ambivalencia,
Te pido que me corones como la pregunta inquieta:
¿Has de preferir la vida con el encierro como tu reina,
O acaso te aventurarás al desconocido, siempre magno,
Para bucear a mundo ancho sin ninguna vestimenta?

Coróname como aquel Cupido que yerra en su objetivo
Como el harto del por siempre cuando concluye en compañero rotativo,
Coróname como la puesta de sol que descubre cuán infame ha sido el arrebol,
Permíteme ser el frío que rasgará tus vestidos
La pluma que escribirá en arena cuánto no ama,
(Aquello que borrará el mar en un rugido),
Lo boreal que colorea en tus muecas la corona que hoy de ti recibo,
Coróname para ser tu sangría y tus puntos suspensivos.